Hay factores que una empresa no puede controlar: las circunstancias del mercado, la aparición de nuevos competidores con una estrategia agresiva, los cambios en la legislación… Ante todos estos factores externos, no cabe más que reforzar los internos, y no dejar nada al azar. Tampoco el control de plagas.
Toda empresa tiene una responsabilidad para con su entorno, no solo con sus clientes directos. Está en juego la salud pública, pero también la imagen de la empresa e incluso el deterioro de algunos materiales, que se pueden ver afectados por insectos, arácnidos o pequeños roedores.
El control de plagas, una obligación
En Andalucía, es el Decreto 8/1995, de 24 de enero, el que aprobó el Reglamento de Desinfección, Desinsectación y Desratización Sanitarias. No es la única que nos afecta, ya que el mismo decreto cita que la regulación de tales actividades se encuentra diseminada en diferentes disposiciones estatales, de diferene rango y distintos ámbitos de aplicación.
El texto define lo que se entiende por tales actividades y especifica en qué casos debe tener lugar: locales públicos de convivencia, recreo y espectáculos, e instalaciones de la industria alimentaria, medios de transporte y sus sedes. En los citados casos se debe actuar de modo preventivo contra las infecciones, los insectos y las ratas.
Además, en los espacios abiertos se debe proceder, como mínimo, a las desinsectaciones y desratizaciones, ya estén en un medio rural o urbano. En general, se ha de actuar siempre y que pueda haber problemas de salud por alguno de los factores mencionados.
Respetuosos con el cliente
Una rata saliendo por algún hueco de la pared implica riesgo de enfermedades, como la rabia. Y es que portan gran cantidad de bacterias, virus y parásitos muy dañinos para el ser humano. Su peligro, de hecho, no tiene que ver solo con su agresividad, que podría hacerlas morder si se ven amenazadas. También pueden contaminar la comida con sus heces, que pasan desapercibidas.
Una o varias cucarachas correteando por la barra de un bar bastan para desencadenar una plaga, también vectora de agentes patógenos, además de muy desagradables a la vista.
Un cliente que presencie algo así probablemente no volverá, pero no solo eso: se lo contará a quien quiera escucharle. Y eso puede resultar fatal para la imagen de un negocio.